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[HISTORIA] EPIDEMY: PRÓLOGO

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Mensaje por Zaojeth Dom Mayo 01, 2016 12:17 am

06 de Junio de 2006
Antes desde el apocalipsis
El día "E"
Abdel Barral




Abdel era un hombre de mediana edad con una apariencia robusta y mentón pronunciado, una barba que no se había afeitado en años, totalmente descuidada y desaliñada. Todo el tiempo portaba un uniforme de camuflaje desértico y una palestina cubriéndole una cicatriz de quemadura grotesca en el cuello. Los años que vivió en el campo de batalla no habían sido en vano, pues Abdel era ahora un hombre sumamente difícil de sorprender. Su personalidad era fría y seca consigo mismo, y aún más con las demás personas, a las que aparentemente trataba con desprecio, como sí siempre se tratara de una especie de cadena de mando en donde él debía mantenerse a la cabeza.

Las instalaciones eran frías en el interior, a pesar del incandescente sol que se mantenía constantemente acosando Libia. Los suelos y paredes eran totalmente de hierro, que comenzaba a oxidarse; al parecer el lugar había sido adquirido después de ser utilizado anteriormente. En la planta más baja se encontraba un laboratorio de investigación equipado con distintos artilugios que el mercenario jamás habría imaginado que existían. Al lado del laboratorio había un largo corredor que llevaba a una especie de sala de pruebas, en donde de vez en cuando, entraba el equipo de seguridad a sacar cadáveres de prisioneros de guerra que se utilizaban para la experimentación.
El cuerpo de seguridad se encontraba conformado por un grupo de soldados que el mismo Abdel había entrenado en Pakistán, dispuestos a dar su vida como libertadores para la causa. No hacían preguntas, simplemente cumplían con su deber.

La mañana de ese mismo día, Abdel había recibido indicaciones de Farid Al-Hakim en persona. Debía presentarse en el laboratorio de investigación con dos de sus mejores hombres urgentemente, pues al parecer se había realizado un avance en el analísis del virus y necesitaban en esta ocasión sujetos de prueba capacitados militarmente que pudieran resistir su aplicación directa, pues en caso de tolerarla se tendría que dar simplemente los detalles finales para su uso.
El mercenario llegó algunos minutos antes del medio día, y había traído a sus dos mejores hombres; Yusuf Hassam e Ishaq Abbar. El primero un tirador y el segundo un especialista en explosivos.
Todo parecía igual que siempre, aunque parecía que el cuerpo de investigación se movilizaba de una forma más rápida que lo usual, y aparentemente uno de ellos se mantenía observando fijamente las cámaras de seguridad del cubículo de experimentación, evidentemente el hombre parecía nervioso, por Abdel lo ignoró, para dirigirse directamente hacía Farid.
Antes de que pudiese mencionar una palabra, el hombre pareció alertarse de su presencia por sus pasos y posteriormente se dio la vuelta, abriendo los ojos de par en par y sonriendo de oreja a oreja.


- Abdel, el más fiero de todos mis guerreros - resonó la voz áspera de Farid Al-Hakim, un anciano de piel quemada y con ojeras pronunciadas por la edad, aunque seguía siendo uno de los líderes terroristas más respetados en Medio Oriente hasta el momento.

- General, he venido como me lo solicitó, y he traido también a los dos hombres, él es Yusuf, y el Ishaq - respondió en un tono seco mientras observaba fijamente a Farid. Seguidamente, el anciano le hizo una seña y se desplazó tras ello a través del laboratorio, haciendo que estos lo siguieran en su caminata. El hombre parecía relajado a pesar de todo el movimiento que había.

- Me alegra que haya gente dispuesta a coolaborar en nuestras investigaciones - comenzó el anciano -Hemos realizado grandes avances en nuestra nueva arma para acabar con la opresión occidental, pero creo que los usos del virus están destinados a pacientes más resistentes inmunologicamente de lo que pensaba, quiero pensar que esto es un contratiempo, pues la capacidad de mutación del virus es muy amplia y tenemos una gran gama de seres orgánicos experimentales en el laboratorio para que podamos modificarlo a nuestro antojo - comentaba Farid deteniéndose frente a una mesa con varias mascarillas y tubos con un gas transparente, muy similar al oxígeno, probablemente podría ser visualizado debido a su alta compresión en los tubos.

- ¿Qué es lo que debemos realizar, señor? - preguntó Ishaq en un tono de voz grueso mientras se cruzaba de brazos, siempre con el ceño fruncido, el especialista en explosivos siempre había tenido muy poca paciencia y trato con las personas.

- Es simple, hemos logrado hacer a un lado a las jeringuillas, así evitamos que puedan ser robadas y que el enemigo logre descifrar nuestro compuesto, así que de ahora en adelante utilizamos la respiración aerobia para introducir el compuesto a los sistemas orgánicos - explicaba el anciano, mientras tomaba fríamente con sus manos las mascarillas y conectaba los tubos de gas a ellas, colocándoselas finalmente en un cuidadoso movimiento a Yusuf e Ishaq. - Deberán inhalar y caminar hasta el cubículo D en la sala de experimentación, allí entrarán en los equipos de electroencefalografía para que podamos minotorearlos. - finalizó el hombre, al paso que se dirigía hacía la compuerta de apertura de la sala de experimentaciones e introdujo ágilmente un código en un pequeño panel al lado de la misma.

Un breve estruendo mecánico resonó, haciendo que la puerta de metal que dirigía hacía el cubículo de experimentación se abriera. Ambos soldados asintieron y con el equipo ya puesto, se dirigieron hasta la ubicación designada en una caminata lenta. Cuando ambos pasaron por la puerta, esta fue cerrada nuevamente por uno de los operadores del panel de control.

A través de las cámaras de seguridad se podían visualizar las diferentes salas con claridad; en algunas se encontraban animales domésticos y de ganado, en otras prisioneros de guerra que parecían bastante decaídos por alguna razón, y en una en específico, uno de los miembros del cuerpo de investigación que parecía estar en un estado ya vegetativo, tumbado y sin movimiento alguno, cosa que llamó la atención de Abdel. Al percatarse de las posibles incógnitas en el rostro del soldado, Farid Al-Hakim rápidamente intervino, intentando explicar la situación.

- No hemos logrado obtener los mismos resultados con todas las personas, al parecer muchos de los primeros sujetos de prueba que hemos utilizado han muerto antes de que pudiéramos completar el proceso de adaptación, después de pasar por etapas de fiebre, taquicardia y una disminución considerable en el ritmo respiratorio. En cada persona el virus actúa diferente, pero en la mayoría de los casos ha sido mortal hasta hoy. - puntualizó Farid Al-Hakim mientras posaba su mano en el hombro de Abdel, manteniendo la mirada fija en el panel de cámaras de seguridad.

- ¿Ese hombre, el científico, fue la excepción que mencionó, señor? - cuestionó el mercenario observando la pantalla que enfocaba su habitación.

- Sabía el riesgo por el que pasaba, pero luego de una modificación en el genoma del virus, ha logrado estabilizarlo para que de algún modo, se mantenga presente en el cuerpo portador. Aparentemente únicamente ha sido mortal en organismos de homo sapiens, por qué el ganado parece tener una resistencia inmune superior. Independientemente de ello, ahora en ese estado, el es inmune a cualquier estímulo de dolor o agonía, pues hemos estado monitoreando sus frecuencias cerebrales constantemente - respondió entonces el anciano, explicando la situación respecto al científico que yacía en agonía en la habitación.

- ¿Qué pasará entonces con mis hombres? - interrogó sin pensar demasiado en la explicación que le brindaba Farid.

La lealtad hacía los hombres que él mismo había adiestrado se mantenía siempre por encima de cualquier tipo de orden que diera la organización; después de todo, era un mercenario, él no pidió unirse a la causa, y aunque probablemente sus hombres eran fieles a los principios de los terroristas, a el lo movían motivos diferentes.

- Probaremos si su resistencia inmune es suficiente para terminar con el desarrollo del genoma, aunque es probable que estén bien. Han sido adiestrados para tolerar cosas peores que un simple experimento. - finalizó el anciano, retirándose hacía otros investigadores para entablar conversación.

Las horas pasaban, y aparentemente no había ningún tipo de respuesta por parte de los soldados por el virus. Simplemente se mantenían estables, sin aumento de ritmo cardiaco, ni fiebre, ni ningún otro tipo de sintomatología. Sus frecuencias cerebrales estaban estables de acuerdo a los análisis que se realizaban, pero el virus se encontraba presente en su sistema, aunque físicamente no hubiese evidencia de ello. El cuerpo de investigación se encontraba anonadado al respecto de lo que pasaba.

Sin embargo, cuando los siguientes procedimientos estaban siendo programados, una fuerte explosión resonó en la parte superior del búnker, seguido de múltiples disparos de distintos tipos; al parecer los americanos habían encontrado el escondite de los terroristas.

El caos hizo que el laboratorio colapsara; al parecer los investigadores no se encontraban del todo listo para recibir un ataque, los protocolos de defensa rápidamente inicializaron para repeler la ofensiva americano, sin embargo, poco a poco los soldados comenzaron a penetrar a través del bunker, disparando a diestra y siniestra en su avance, eliminando uno por uno a los hombres del cuerpo de seguridad y a científicos por igual; al parecer la misión no era recuperar el genoma, sí no, destruirlo totalmente al igual que a cualquier involucrado en el proyecto.

Probablemente era una señal. Abdel Barral desenfundó rápidamente una pistola de tipo Desert Eagle de su cartuchera y tras ello disparó velozmente al panel de seguridad hacía las instalaciones de seguridad del experimento. Corrió a través del pasillo que llevaba al cubículo de celdas de investigación y tras ello accedió a donde se encontraban sus hombres.
De una forma empírica e intuitiva, rápidamente les sacó de los equipos de electroencefalografía y les desconectó de los mismos para poder así hacerles reaccionar. Para cuando se encontraban fuera de la maquinaria, ambos le miraron extrañados y confundidos, pues no se habían percatado si quiera del ataque debido al encierro hermético en el que se encontraban.

- Ishaq, Yusuf, rápido, tenemos que salir de aquí. No tenemos demasiado tiempo, las instalaciones del complejo han sido atacadas por un grupo de eliminación americano. Moriremos aquí sí no actuamos rápido. - dijo Abdel mientras palmeaba sus hombros, tomando a Ishaq y haciéndole mover hacía la puerta con fuerza para hacerle salir.

- No podemos irnos, no sin antes asegurarnos de que todo el equipo de científicos salgan de aquí y llevemos el virus con nosotros. Sí los americanos logran recuperarlo, ganarán la guerra en Irak - gritó en respuesta Ishaq, negándose y apartando el brazo de Abdel mientras le veía furioso. El temperamento del soldado le hacía valorar más a la organización que a su propia vida.

- Ishaq tiene razón, sí no recuperamos el proyecto, toda la organización se vendrá abajo y el esfuerzo que hemos realizado no habrá valido la pena. - contestó Yusuf en un tono más sereno, y moviéndose hacía la puerta. - Sí están conmigo, pueden se... - múltiples disparos atravesaron el pecho de Yusuf mientras salía por la puerta, haciéndole caer al suelo de inmediato, bañado en sangre.

- ¡Yusuf! - gritó Ishaq cubriéndose de inmediato en la pared de la habitación donde se encontraban.

Abdel se cubrió en una de las paredes y tras ello mantuvo firme su Desert Eagle, esperando a cualquier movimiento por parte de los soldados estado unidenses para poder salir de su cobertura y responder al fuego.

- ¡Han matado a mi amigo, perros capitalistas! - gritó Ishaq mientras observaba el cadaver de Yusuf desde su cobertura. Los ojos del soldado se encontraban totalmente llenos de ira por lo que habían cometido los atacantes.

Los soldados americanos se mantuvieron realizando un fuego de supresión constante mientras al parecer uno de sus oficiales gritaba las órdenes desde el pelotón, esperando a cualquier movimiento que pudieran hacer los terroristas. En un par de ocasiones, Abdel contestó al fuego de los americanos disparando a ciegas desde la cobertura con su desert eagle, pero fallando, pues el fuego de las ametralladoras lo mantenía a raya. Entre el fuego americano, uno de los dispensadores del cuarto del virus fue alcanzado, reventandolo y dejando salir el gas de su interior; ahora todos estaban infectados, pues el gas se había mezclado con el oxígeno de la sala y había pasado por los filtros de ventilación a todo el complejo.

Se escucharon algunos pasos, los soldados comenzaron a movilizarse de una forma táctica a través de la localización, simplemente buscando el momento idóneo para rematar a la resistencia. Entraron en la habitación, apuntándoles firmemente, al parecer el pelotón no se había si quiera percatado de la fuga del gas. Por lógica, los terroristas determinaron que estaban solicitando que se rindieran.
Cuando Abdel alzó las manos, rápidamente uno de los soldados le quitó la pistola de las manos y le sometió contra la pared.

Habían pasado ya algunos minutos, desde que fusilaron al otro terrorista, el cuerpo de Yusuf se levantó lentamente del suelo desde la posición en la que lo habían aniquilado. Sus ojos parecían mantenerse al acecho y algo sanguinolentos en el contorno, totalmente irritados. Sus parpados estaban ligeramente hundidos y su tono de piel un poco más claro de lo normal. Emitía sonidos guturales que parecían los de un animal, y caminaba a paso ligero de una forma torpe, como sí su motricidad se viese afectada por algún motivo.

Abdel le observó fijamente, atónito por la escena, al parecer el mercenario después de todo no lo había visto todo en su vida. Yusuf se dirigió inmediatamente hacía el grupo de soldados de una forma que parecía totalmente instintiva, el pelotón occidental dejó las labores de apresamiento a un lado y uno de los oficiales comenzó a gritar repetidamente palabras que los terroristas no lograban comprender, aunque por su tonalidad eran evidentemente órdenes de mando, se logró identificar por la manera en la que apuntó el primer soldado en reaccionar que las ordenes eran para incapacitar, pues probablemente los occidentales habían notado alguna peculiaridad de su virus.

Antes de si quiera poder terminar de reaccionar, Yusuf había mordido ya a uno de los soldados en el hombro de una manera totalmente brutal, arrancando su uniforme y carne de un bocado, llegando casi hasta el hueso. El soldado gritó en el acto, y el pelotón tras ello disparó en múltiples ocasiones a distintas partes del cuerpo Yusuf, pero fue inútil, pues a pesar de todos los disparos que penetraban su carne para incapacitarlo, el hombre no caía, presentando una resistencia sobre humana.
El oficial al mando tras ello se acercó por la espalda del terrorista y trató de removerlo por la fuerza en un acto desesperado, aunque en el momento en el que Yusuf cayó sobre él, le mordió el cuello y arrancó carne y venas de una forma brutal, haciendo que el oficial comenzara a desangrarse.

Todos los presentes en la sala no entendían lo que ocurría, inmediatamente uno de los soldados que aún quedaba en pie desenfundó su pistola y disparó rápidamente a la cabeza Yusuf, haciendo que este muriera finalmente en el acto por el disparo. El médico del equipo se acercó hacía el oficial caído, removiendo el cadáver que se encontraba encima de él y procediendo a examinar su herida.

Durante la distracción, Ishaq, quien se encontraba sin esposar, desenfundó una de las pistolas que llevaba otro miembro del equipo occidental en la cartuchera de una forma habilidosa, tras ello removiendo su seguro y apuntando a los hombres en la sala.
Al ver este comportamiento, Abdel aprovechó la distracción para fugarse a través de la sala.

- ¡Malditos perros americanos, pagarán por esto! - se escuchó el gritó Ishaq desde la actual posición de Abdel, seguida de una oleada de disparos de distintos tipos y varios gritos, hasta que al final simplemente reinó el silencio; su acto de heroísmo no duró mucho, pues inmediatamente los hombres que aún seguían en pie acabaron por fusilarlo.

Abdel se dirigió hasta una de las salidas de emergencia más cercanas del del laboratorio. Rápidamente introdujo su código de seguridad en la consola y abrió la puerta, entrando a la red de túneles del búnker y corriendo a través de ellos sin parar. Los túneles eran de tamaño mediano, y en todo el complejo se escuchaba la alarma bioquímica resonando fuertemente. A lo largo de los pasillos se escuchan gritos, disparos y objetos rompiéndose. Era evidente que el oxígeno en las salas se hacía cada vez más pesado debido a la concentración del virus en él. Mientras trataba de escapar del lugar, en algunos momentos prestaba atención a las conversaciones de radio.

- ¡Hemos perdido el cubículo B, los americanos han entrado, no pudimos contenerlo, solo resto yo en mi equipo! - decía una de las frecuencias de radio. - Aquí equipo Anubis, han neutralizado a la mitad de mi pelotón, vi como una bala atravesaba a Hazad en el pecho, pero ahora está en pie y mordió a uno de los nuestros - seguía otra de las frecuencias. - No tenemos rastro de Al-Hakim, lo hemos perdido después del ataque, quizás esté muerto ya - comentaba otra.

Era evidente que el caos había consumido el centro de investigación del Lamento, sin embargo la vida de un mercenario no se encontraba simplemente sirviendo a una organización, y Abdel no iba a morir en ese lugar. Llegó a la salida del laboratorio al cabo de unos minutos, pues conocía sumamente bien el complejo, topándose con la sorpresa de que la salida ya se encontraba abierta, y se lograba ver la luz del sol en la salida.

Al salir del complejo, Abdel logró sentir el intenso sol del atardecer barnizando y quemando su piel, y tardó unos pocos segundos en adaptarse al cambio de luz del lugar.
De pronto, escuchó el crujir de un arma siendo cargada, y cuando volteó, logró observar a Farid Al-Hakim frente a él, con una makarov.

- Entederá que usted no puede salir de aquí con vida, y tampoco reanimado - dijo firmemente el líder del Lamento de Osiris, haciendo una breve pausa, el hombre se encontraba cubierto de sangre y tierra y mantenía un dispositivo en su mano izquierda, con la forma similar a la de un detonador. A su lado se encontraba un oficial americano muerto y los vehiculos de transporte que utilizaron para el asalto en llamas. Aparentemente Farid Al-Hakim había logrado cambiar de alguna manera los registros en la base de datos de la milicia americana sobre la ubicación del bunker utilizando al oficial que yacía muerto, pues de lo contrario, refuerzos occidentales habrían llegado ya a su localización. - Y yo tampoco. - finalizó luego de su silencio

-¿Qué ocurre aquí, Farid? - cuestionó Abdel, sin poder entender del todo lo que ocurrió en los laboratorios, manteniendo sus manos bajas y observando fijamente a su contratista.

- El virus no era lo que pensabas, Abdel. Su verdadero nombre es "Dominus Mortis", y fue encontrado hace siglos en la Necropolis de Giza en una incursión de los romanos a Egipto. Consideraban que el portador de la sepa era un hombre milagroso y que daba vida, pues su hálito revivía a los caídos en las batallas, aunque se dieron cuenta de que cuando volvían no eran ellos mismos. Supusimos que era una leyenda, pero resultó tener una explicación biológica. Logramos recuperar al espécimen y aislamos su contenido genético para poder fabricar esto, pensaba usarlo como un arma bioquímica para que los occidentales se destruyeran a sí mismos, pero esto se ha salido de mis manos. - explicaba Farid Al-Hakim sujetando ahora firmemente la makarov en sus manos.

- Nunca buscó liberar a Irak realmente, ni venganza por su familia... usted solo quería acabar con sus enemigos - respondía Abdel, bastante decepcionado, pues la causa a la que el había servido, finalmente resultó ser una mentira.

- Al contrario, señor Barral. Hice esto en venganza por mi gente, mi sangre, la liberación de Irak solo era un pretexto para encontrar la manera de reclutar hombres leales que sirvieran a mi causa, aunque parece ser que el verdadero lamento de Osiris, el señor de la muerte, nos alcanzará a nosotros. Es por ello que hago esto, el virus no debe salir de este lugar. - puntalizó Farid Al-Hakim, activando el detonador y haciendo de este modo que se derrumbe el bunker.

El estruendo de los explosivos subterráneos hizo que Abdel y Farid se tambalearan. Una gran cantidad de tierra y escombros hizo que el bunker se hundiera algunos metros más bajo tierra, y que la estructura interna colapsara totalmente, haciendo que la tierra misma aislara el gas y a los individuos infectados en su interior, dejando únicamente a Farid y Abdel en pie.

Rápidamente, Farid disparó a la cabeza de Abdel, haciendo que este cayera al suelo en el acto por el efecto del disparo y la bala en su cerebro. El cuerpo azotó contra la tierra, apagando totalmente cualquier reacción del virus en su interior. Un charco de sangre brotó a su alrededor.
Las últimas actividades cerebrales de Abdel lograron ver al cuerpo de Farid con un agujero de bala del lado derecho del cráneo caer al suelo y bañarse en sangre, antes de quedarse totalmente en penumbra y en silencio total.
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